BUSCANDO CULPABLES A ESTA CRISIS (2008)

Antes de la llegada de esta crisis eran pocos, los afortunados de conciencia, que alertaban sobre la paulatina degradación de la condición ciudadana. A día de hoy, menos son los que entonan el “mea culpa”, y muchos los que señalan con el dedo acusador hacia los presuntos precursores del huracán.

A lo largo de las tres últimas décadas hemos permitido que gradualmente sea la economía (etimológicamente “Ley de la casa”) la que gobierne los mercados en detrimento de los principios fundamentales éticos y de las, aparentes, sólidas bases de las democracias europeas. En este tiempo, no han sido pocos los individuos que, seguramente confiando en la inquebrantabilidad de esos principios fundamentales, han respondido una y otra vez ante las brechas que se iban causando: “todos son iguales”, “da igual quien gobierne”, “es así, ¡qué le vamos a hacer!”, “total, da igual”, “¿qué vas a cambiar tú?”…

Los ilusos confiábamos en el poder de convocatoria de la red de redes, también en la capacidad para compartir y dialogar que permiten las redes sociales y, más que nunca, en los entornos colaborativos que propicia la red, se esté donde se esté. Desafortunadamente, todo terminó siendo un sueño.

Los cimientos sólidos sobre los que estaba construida nuestra civilización se han resquebrajado y el mercado ha conseguido imponer su ley. Una ley que ahora mismo “gobierna” nuestras vidas con despiadada firmeza y bajo la tiranía de una crisis económica mundial a la que tenemos que sumarle otra financiera sobre las tierras íberas. 

Bajo este yugo implacable, han sido miles las voces que han comenzado a alzarse y a llamar la atención sobre numerosos problemas, imperfecciones, mamoneos y choriceos varios,… y en general manifestando cualquiera que sea su opinión. 

De entre todas las comunicaciones, artículos, manifestaciones, pancartas,… que estamos viendo estos días, destacan aquellas en las que se señalan culpables.

  • “La culpa es de los bancos y de los banqueros”
  • “Es un problema que no hemos creado”
  • “Es culpa de la herencia del gobierno anterior”
  • “Que lo pague la banca”
  • “Cárcel para los que han metido mano en la caja”
  • “Una vez más, nos hacen pagar los errores de otros”
  • “Qué vayan todos a la cárcel”
  • “Que lo paguen los ricos”

Y otras muchas que, por desgracia, tendremos oportunidad de seguir escuchando. 

Eso sí, tengo que decir que de los mensajes que se escuchan en estos días, con los únicos que no puedo estar de acuerdo, son con todos aquellos en los que se señala a una mano negra, a unos dioses confabulados o una Mega-corporación liderada por un señor al más estilo Burns, de ser los artífices de esta crisis.

Lo que parece claro es que hemos evolucionado de una situación de conformismo social globalizado a una manifestación activa por parte de la ciudadanía.

"Darse cuenta de lo que está pasando socialmente es como abrir un libro de ¿Dónde está Wally?, algunos le encuentran antes y otros le encontramos después, pero todos le buscamos y le encontramos. Cada uno por una consecuencia o razón, pero al final le encontramos", Alberto Muñoz

Partiendo de la base de que esa activación como ciudadanos es totalmente beneficiosa para la recuperación de la maltrecha salud “democrática” de esta sociedad en la que vivimos, creo que esa búsqueda de culpables nace de una necesidad interna y particular de exonerarnos de culpa. ¿Qué culpa? 

Muchas veces con razón, otras veces llenos de indignación y las más ejerciendo el correspondiente derecho a la pataleta, las voces que acusan a los políticos como el cáncer de nuestros días no cesan de poblar las redes sociales, las calles y las plazas de nuestras ciudades. Como respuesta, los políticos se afanan en culpar de los males de hoy a los gobiernos anteriores. Pero además afirman que las medicinas que se aplican provienen directamente de las recetas que los doctores de la Unión Europea nos prescriben. Estos a su vez, nos regañan como país, pues a la vista queda que durante años lo hemos estado haciendo rematadamente mal y por lo tanto no queda más remedio que controlar nuestro déficit y reducir a marchas forzadas la deuda privada, dando con ello un buen tirón de orejas a la banca. Los trajeados banqueros afirman que la banca no es la culpable, y que el problema proviene de las cajas. Estas, pobladas de políticos, apenas dan explicaciones, pero en su caso señalan al Banco de España como enmendador del problema. También en las pocas intervenciones que han permitido al organismo regulador, este afirma no tener mayor poder de actuación que el que el poder ejecutivo le otorga. Y el ejecutivo, camuflado en mítines, congresos regionales y demás fiestas del partido, deriva la conversación hablando de los excesos de algunas autonomías. 

En fin, un círculo sin fin, un “que yo no fui, que fue Panchín”.

Hemos de ser conscientes de que TODOS, en mayor o menor medida, tenemos nuestra parte de culpa. ¡Tú también! Aclarémoslo, así que dejemos, ya, de jugar al “yo no fui”. No tenemos tiempo que perder. Retomemos la autocrítica, exijámonos una férrea disciplina a la hora de pensar y evaluar esta situación, valoremos las alternativas y propuestas, y seamos rigurosos y diligentes a la hora de trasladarlas a la vida diaria.

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Este artículo forma parte de la serie publicada por el autor en el Ateneo Naider entre los años 2009 y 2010.

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