LA INNOVACIÓN DISRUPTIVA SE HA ESTANCADO. ¿NECESITAMOS MÁS ELON MUSK?
Hay varios tipos de innovación, la más común es la que aplicamos en nuestro día a día optimizando procesos, tiempo y los recursos que empleamos en función de nuestras necesidades y entorno. Esta innovación, denominada incremental, la realizamos muchas veces de forma prácticamente inconsciente no solo en nuestra vida personal sino también en el entorno laboral. Pero hay otro tipo de innovación, quizás la que más visibilidad y, al mismo tiempo, controversia genera, que es la disruptiva, la que rompe con el statu quo y abre un campo nuevo de exploración.
Todo apunta a que durante los últimos años el volumen de innovaciones disruptivas en el campo de la ciencia y la tecnología se ha mantenido constante o ha decrecido.
La literatura científica sugiere que el conocimiento
existente fomenta los descubrimientos y las invenciones en curso. Es decir, a
mayor conocimiento más fácil es que sucedan descubrimientos e innovaciones. De
hecho, el propio Isaac Newton reconocía que había sido capaz de ver más allá
gracias al conocimiento de los pensadores anteriores. Esto se sintetiza en la
frase popularizada por el propio creador de la ley de la gravitación universal:
standing on the shoulders of giants.
Sin embargo, pese a la actual capacidad de generación de
conocimiento, por encima de cualquier otra época, el nivel de avances
disruptivos parece estancado.
Los investigadores Michael Park, Erin Leahey y Russell
J. Funk han
analizado las razones que llevan a que, pese al crecimiento exponencial del
conocimiento científico y técnico, que debería provocar más avances
significativos, al contrario, se haya identificado un estancamiento del
progreso en la mayoría de los campos. Es decir, se confirma que la innovación
disruptiva, aquella que, en el ámbito científico, abre nuevas vías de investigación,
se ha estancado e incluso ha ido progresivamente perdiendo fuerza a lo largo de
los últimos 60 años. Todo ello pese a que la producción científica de
publicaciones académicas y patentes no ha cesado de crecer.
Para ello han analizado 45 millones de publicaciones y 3.9
millones de patentes de los últimos 60 años. Y han descubierto que cada vez es
menos probable que las publicaciones científico-técnicas y las patente
contribuyan a romper con el pasado de manera que se impulsen la ciencia y la
tecnología en nuevas e innovadoras direcciones. Los autores del estudio
relacionan la disminución de la disrupción científico-técnica con una reducción
en el uso del conocimiento previo. Mientras que no achacan que este hecho
venga impulsado por cambios en la calidad de las publicaciones científicas, las
citaciones u otros factores específicos.
Para realizar este estudio han definido una nueva métrica, el índice CD, que categoriza en qué grado las publicaciones y patentes consiguen que las redes de citas científicas y tecnológicas evolucionen.
En paralelo, han verificado la consistencia de estos
resultados analizando, por ejemplo, las palabras que se utilizan en las
publicaciones, asumiendo que las tendencias disruptivas contribuyen a la
introducción de nuevos vocablos. Al contrario, el análisis idiomático ratificó
el estancamiento.
Esta disminución de la disrupción es todavía más evidente si
se tiene en cuenta que, al mismo tiempo, el número de patentes y publicaciones
se ha mantenido en constante crecimiento, lo que podría sugerir unas
condiciones más favorables para que sucedan disrupciones con mayor facilidad.
Teniendo en cuenta este resultado, consideraron la hipótesis
de que la accesibilidad al conocimiento no es sinónimo de su empleabilidad,
llegando a tres conclusiones básicas. La primera; a lo largo del tiempo los
investigadores e inventores han aumentado el número de citas a los mismos
trabajos previos. La segunda; se identifica un incremento de la auto-citación, lo
que indica que los científicos e inventores confían más en los trabajos y
publicaciones más familiares en detrimento de la experimentación o la
exploración de otros campos no tan próximos. En último lugar; constatan que la
edad media de los trabajos citados está aumentando. Todo ello apunta a que los
investigadores tratan de mantenerse al día a medida que el conocimiento aumenta,
pero, sin embargo, confían más en publicaciones antiguas o familiares. Por ello,
los autores sugieren que el uso de trabajos menos diversos, más antiguos y cercanos
a su propio trabajo están asociados negativamente con la disrupción.
Es decir, los autores, achacan el declive en la actividad
disruptiva a una tendencia de la comunidad científica e inventora por confiar
en un conjunto reducido de conocimientos existente.
El hecho de que cada vez sea más complicado, por no decir
imposible, mantenerse al día de los trabajos que se publican conlleva que los
científicos e inventores a nivel individual trabajan en base a pequeñas
porciones del conocimiento. De forma individual este comportamiento puede tener
sentido, pero de forma agregada no contribuye al progreso científico y
tecnológico general.
Eso significa que ¿estamos alcanzando un desarrollo
tecnológico tan avanzado que hace que cada vez sea más complicado la aparición
de innovaciones disruptivas?
No parece que hayamos llegado a la frontera del conocimiento
científico y tecnológico y que estemos presenciando el ocaso de la disrupción.
Pero, sí que queda constatado en este estudio que la innovación disruptiva se
ha estancado pese a un universo del conocimiento en continua expansión, y todo
ello puede ser consecuencia del modelo de producción científica actual, en el
que se premia la publicación sostenida para ser relevante en el mundo académico.
Y en este entorno ¿qué estrategias se pueden plantear a nivel
de la producción científica para favorecer un aumento de la disrupción
científica y tecnológica?
Sin duda alguna, el primer eslabón sobre el que hay que actuar
es sobre la producción científica y más concretamente sobre las patentes. Las
instituciones, los propios investigadores e inventores y los medios
especializados tienen que dejar de poner el foco en la cantidad de patentes y/o
publicaciones y recompensar la calidad y el riesgo de las investigaciones y
planteamientos. Para ello, por ejemplo, las Universidades y Centros
Tecnológicos deberían de respaldar las carreras a largo plazo en detrimento de la
cultura de “publicar o perecer” y de esta manera potenciar trabajos
verdaderamente disruptivos y con mayor impacto a medio o largo plazo. Al mismo
tiempo, no deberíamos asociar esas carreras científicas a proyectos específicos
sino trabajar la estabilidad y las carreras profesionales con una visión a
largo plazo. Es verdad, que esto entrañaría un mayor nivel de riesgo
porque, en muchos casos, el éxito a corto plazo determina las posibilidades de
financiación de los proyectos, de los equipos que los desarrollan y de las
instituciones que los cobijan. Las grandes estructuras, incluida la
administración, deberían de huir de ese modelo o, al menos, relativizarlo.
Creo que también sería importante formar equipos de
trabajo multidisciplinares. Aun reconociendo que, cuando se avanza en un
área concreta de la ciencia, son los especialistas de ese campo de conocimiento
los que tienen un papel más importante, si incorporamos, en esos equipos de
trabajo, perfiles especialistas en otros campos como la ingeniería,
informática, economía, ciencias de la salud y también las humanidades, entre
otros, conseguiríamos una visión transversal y holística que permitirá la
incorporación de ideas y soluciones de otras áreas de conocimiento y
seguramente también la ampliación del alcance del proyecto. Aunque las
humanidades puedan parecer inicialmente alejadas de la producción científica, la
filosofía, la ética o la lingüística se están demostrando claves en muchos
avances.
Además, habría que fomentar un contacto más cercano con el
mundo de la aplicación. Para ello habría que acortar el espacio que separa
a los investigadores e inventores de los emprendedores, el Venture Capital u
otro tipo de inversores y las Oficinas de Transferencia de Resultados de
Investigación (OTRI). No se trata tanto de incentivar o convencer a estos
últimos de las bondades de los programas en curso para que participen de su
financiación, sino más bien para que los investigadores e inventores puedan
recibir una visión suplementaria, de actores que están más cerca del mercado, sobre
las posibles aplicaciones que abre una determinada tecnología.
Otra figura que podría explorarse, puestos a lanzar ideas
disruptivas, es la del agregador científico, entendiéndolo como un
profesional con una visión transversal del estado de la ciencia y tecnología. Quizás,
sin el dominio que los especialistas de cada área tienen, pero con la capacidad
de interrelacionar áreas y plantear nuevos escenarios. Actuarían, como los
cartógrafos del siglo XV, trazando mapas de conocimiento científico y de
tecnologías que contribuirían a mejorar la visión global del resto de compañeros.
Esta figura podría beneficiarse del uso de la Inteligencia Artificial para
poder escarbar en todos los artículos, publicaciones, estudios, patentes y
ponencias, presentes y pasadas, de cara a completar ese mapa con una mayor
resolución incluyendo referencias, peso relativo, madurez u otros indicadores.
Como hemos mencionado previamente el estancamiento de la
disrupción científica y técnica está principalmente relacionado con la pequeña
porción del conocimiento con la que se trabaja. Sin duda alguna, los genios y
las personas brillantes son capaces de actuar como catalizadores y abrir nuevos
y apasionantes campos a explorar, además de contribuir, en muchos casos, a la
divulgación científica. Pero el hecho crucial de que el conocimiento científico
y técnico se mantenga en continuo crecimiento, y sea cada vez más inabarcable
una visión global y transversal, nos debe hacer reflexionar para no ligar el
progreso científico a la actuación individual, sino que por el contrario debería
asociarse indisolublemente a equipos de trabajo multidisciplinares.
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Me encanta está distopía, Zeus. Creo que resumes perfectamente el encasillamiento de la investigación actual, la falta de frescura y el esfuerzo para aumentar el número de publicaciones sin cambios disruptivos. Creo que tiene mucho sentido proponer equipos de trabajo multidisciplinares puesto que al fin y al cabo los nuevos descubrimientos deberían mejorar el día a día de la sociedad y quizás el técnico y científico no sea el más adecuado para extrapolar este conocimiento a pie de calle. Enhorabuena por hacernos pensar, Zeus, amigo. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias David por compartir tu reflexión. Como bien dices, el objetivo final es mejorar la vida y aunque es indudable que durante las últimas décadas se han mejorado muchos aspectos, en una suerte de innovación continua acelerada, los grandes problemas de la humanidad siguen sin resolverse y cuesta ver apuestas disruptivas de base. Ojalá seamos capaces de revertir esa tendencia y podamos contemplar una nueva y apasionante era científica.
EliminarMuy buen articulo Zeus Pérez Villán . Didáctico y dicte todo que invita a la reflexión. Veo muy acertadas tus conclusiones, el fomentar los equipos multidisciplinares y me parece especialmente interesante la figura de agregador científico.
ResponderEliminarMuy buen articulo Zeus. Didáctico y dicte todo que invita a la reflexión. Veo muy acertadas tus conclusiones, el fomentar los equipos multidisciplinares y me parece especialmente interesante la figura de agregador científico.
ResponderEliminarMe alegra Jaime saber que te ha gustado y que, aunque sea desde una parcela muy pequeña, este artículo contribuye a esa reflexión que tanta falta nos hace a todos los niveles.
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